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martes, 18 de febrero de 2014

Paperman





Salí de casa a las siete de la mañana, tenía que ir a coger el tren para ir al trabajo, odio ir al trabajo, tengo que aguantar a mi jefe, exigente como él mismo. Llegué a la estación de tren y esperando, esperando a que llegara el tren. Ese día hacía mucho viento. Me pasó un papel volando por delante y una chica corriendo detrás de él, lo cogió, se quedó a mi lado, era la mujer más bella que había visto, se me escapo un papel, chocando con sus labios, ella se río, miré el papel, había en él la marca de su carmín, me reí y cuando me gire para ver otra vez su rostro, ella se marchó.

 No podía parar de pensar en ella, en sus labios, rojizos y gruesos; en su sonrisa… Y como siempre al llegar al trabajo, ¡PAPELES! Me aburría, prefería mirar por la ventana, y allí estaba, ¡era ella! En la calle del frente. Se me ocurrió tirarle aviones de papel, soy experto en hacerlos. Tiraba y tiraba, pero nunca entraban por la ventana donde ella estaba, y el jefe poniéndome más papeles, sinceramente se lo agradecía, me daba más papeles para hacer aviones. Se me acabaron, y, el único que me quedaba, decidí tirarlo, por última vez, pero el viento se lo llevó. Ella ya se había marchado. Vino el jefe, ya enfadado, dejó en mi mesa un montón de papeles, alcé la mano, tiré los papeles al suelo y fui corriendo tras ella.

 Salí, pero no estaba. Sorprendentemente unos aviones empujándome, a la parada del tren, dejándome donde había conocido a ella, pensando que no la volvería a ver, allí estaba, nos miramos, y ella con el avión con la marca de su labio, no sé cómo había llegado el avión a sus manos, pero lo tenía. Tal vez fue el destino o no sé el que.

 Fuimos a un bar hablamos horas y horas. Empezamos a conocernos y nos enamoramos.

 Aida Abellán, 1º C

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